Es motivo de alegría llegar hasta ustedes a través de conectateamiclase.com, una iniciativa que es fruto del liderazgo pedagógico de un equipo de Maestros que cree con firmeza y vocación en el papel transformador de la educación.

El año 2020 ha traído grandes retos a nuestras comunidades pedagógicas. Nos ha correspondido presenciar lo inimaginable, siendo testigos de una situación que todos habríamos deseado no vivir; sin embargo, estamos aquí y eso nos pone de cara a desafíos inmensos que nos exigen llevar al máximo nuestro potencial creativo para lograr flexibilizarnos, dando privilegio a lo humano por encima de todo, al valor de la VIDA que nos ha sido entregada como el más grande tesoro.

Considero fundamental mencionar que creo con convicción en el poder transformador que tiene la educación respecto a los entornos sociales y en cómo esta convicción se hace evidente en la manera en que cada Institución Educativa ejerce unos efectos reales en el entorno social al que pertenece. Desde la pequeña escuela de barrio, la sede más alejada del sector rural hasta la institución más moderna en infraestructura, todas y cada una de ellas son dueñas del mismo potencial transformador y ejercen en la misma medida unos efectos que se hacen evidentes en la evolución del presente y el futuro de las comunidades a las que pertenecen.

En este sentido, es importante reconocer que en el ámbito educativo los efectos transformadores sólo se generan de la mano de los procesos que emprenden personas transformadoras. Me refiero principalmente a los MAESTROS. Cuando me atrevo a decir que todas las instituciones educativas, sin importar sus condiciones son dueñas del mismo potencial transformador, me refiero justamente a que no hay infraestructura más importante que la infraestructura humana; esa que no se construye con cemento ni ladrillos sino que se teje con delicadeza y consciencia, desde el corazón y la vocación. Si tomamos como premisa inicial esta postura, todas las Instituciones se convierten en dueñas del mismo potencial.

Podríamos pasar horas anclados en una interesante discusión respecto a las carencias de nuestros entornos pedagógicos en el sector público; sin embargo, considero que esa no es la discusión que nos convoca y mucho menos la más pertinente. Por eso los invito a que desviemos la mirada de esa realidad que compartimos y nos enfoquemos rápidamente en reconocer aquello que podemos hacer con los recursos que tenemos al alcance de la mano, reconociéndonos a nosotros mismos como el recurso más importante de todos.

De las cosas que más disfruto cuando me tomo un café con mis Maestros, es escuchar sus historias bonitas. Hay historias de todo tipo. En algunas los protagonistas son ellos mismos, Maestros, hombres y mujeres líderes que están intentando motivar a sus comunidades a ejercicios de reflexión y cambio profundo.

Me encantan las historias que tienen por protagonistas a padres y madres de familia conscientes, que caminan grandes distancias para llevar y traer a sus hijos de la mano hasta la puerta del colegio. Esas me hacen pensar en mis propias condiciones de vida y no quejarme tanto. Y las que se ganan todos mis premios imaginarios, son las historias de los ojos brillantes con que los estudiantes miran con alegría a sus Maestros, las historias en que los protagonistas son niños y niñas que sonríen, que abrazan, que se sorprenden aún de las cosas más sencillas; historias de niños que vienen acompañados de sus perritos al colegio, y que si encuentran la oportunidad, esconden una manzana o un pan del refrigerio escolar en el bolsillo, sólo con la intención de compartir el alimento con sus seres queridos que quedaron en casa.

Es vital que en este momento histórico, seamos capaces de volver la mirada a esas historias, a esa realidad, pues a ella estamos llamados a responder con altura.

He aquí mi versión y posición respecto al panorama actual. Algunos dicen que sufro de optimismo extremo. Yo refuto, con seriedad, que quienes servimos en el sector educativo y en el sector de la salud, somos tal vez los únicos profesionales que no podemos, por ningún motivo, perder el optimismo y la esperanza.

Hoy más que nunca se presenta ante nosotros la necesidad de actuar administrativa y pedagógicamente con un enfoque de liderazgo contundente. Por supuesto, surgen cuestionamientos complejos respecto a cómo potenciar al máximo las condiciones que se tienen, la infraestructura, los recursos, el talento humano, para poner todo aquello que juega a favor como un argumento de peso que permita que nuestros niños y niñas no sólo permanezcan en la escuela sin estar en ella, sino que vivan desde su casa experiencias de aprendizaje enriquecedoras y oxigenadoras de su día a día.

El momento actual nos llama a renovar nuestros votos de servicio y a entregar desde nuestro saber y hacer la mejor versión que tengamos de nosotros mismos. Mi invitación en estas palabras es a la flexibilización, a la acción y a la confianza. No le tengamos miedo al cambio. Permitámonos vivir plenamente la oportunidad de aprender unos de otros, incluso, de los errores que cometamos en el camino. Reconozcamos nuestro valor y posicionemos el valor del otro. Intentemos generar confianza en esos padres y madres de familia que hoy nos reemplazan como Maestros en casa y en nuestros estudiantes, constructores de su educación y copartícipes de la educación de sus familias. En este momento todos nos estamos reeducando. El planeta, el mundo en sí mismo, es hoy un Maestro que nos hace un llamado.

Hagamos posible que lo que hoy se nos presenta como un gran reto, se convierta en una profunda experiencia de aprendizaje para todos.

Está en nuestras manos decidir qué curso dar a la mirada.  

Con cariño, respeto y absoluta confianza respecto a lo que los Maestros somos capaces de hacer.